Halloween en Hogwarts: “The Making of Harry Potter” Warner Bros. Studio London

Hacía un clima perfecto en Londres. La noche anterior había encontrado a Carolina en un café en el centro de Reading, a unos 25 minutos de la capital, ciudad en donde se encuentra realizando su master en literatura infantil. El tren de Londres había salido tan a prisa que no tuve oportunidad de avisarle que llegaba. Cuando pude contactarla, me confesó que había estado dando vueltas en las cercanías esperando a que me comunicara. Sentí un poco de vergüenza pero más gusto de verla después de quizá no mucho tiempo, pero sí en un contexto que alguna vez parecía lejano. Estábamos, literalmente, en un sueño.

Nos conocimos hace casi seis años en la universidad. El motivo por el que viajé hasta Inglaterra para el 31 de octubre es el mismo por el que nos conocimos. La primera vez que nos vimos su mirada se dirigió a mi pecho y después a mi, con un sonrisa. La palabra en mi camiseta que empezó todo: “Muggle”.

Cuando supimos que Warner Bros. Studio Tour abriría una sección especial de Artes Oscuras en Halloween, las cosas ya estaban puestas en su lugar. Ella ya había recibido el apoyo para irse, así como el trámite de su visado; yo por otro lado, quería cerrar un ciclo de mi vida con un viaje y esa parada era obligada.

Harry Potter fue muy importante en mi vida. Fue la primer serie de libros que leí, a las únicas funciones nocturnas a las que no falté, viví la publicación de los siete libros en tiempo real. Me enamoré del mundo, de los personajes, del mensaje. Incluso ahora, con el anuncio del spin-off “Fantastic Beasts and Where to Find Them” no siento el mismo entusiasmo. Ése fue un momento sagrado en mi vida. Ahora que estoy despierto al otro lado de la pantalla, conocer el génesis de todas esas emociones, la visita al estudio significaba perder el velo de misterio. Quitarle lo mágico a la fantasía; mucho como mi mismo viaje.

Eran las 4:30 pm hora de Londres cuando decidimos tomar el metro hacia los estudios. Nuestra cita era a las 6:30 pm, por lo que según nosotros, llegaríamos con tiempo de sobra para perder la cabeza en la tienda de regalos. Decidimos no tomar el tren directo, que nos llevaría en media hora, porque habíamos comprado un pase de viajes ilimitados el día en el metro.

Era de sospecharse que, siendo 31 de octubre, algo terrorífico nos sucedería. La ciudad de la puntualidad se volvió en su contra cara: lenta, en construcción, atascada por todos lados. La línea Bakerloo se encontraba en construcción al igual que Overground, por lo que tuvimos que tomar un autobús de reposición entre Wembley Central y Harrow & Wealdstone. Viernes, fin de mes, cinco de la tarde… Los minutos se escurrían a horas atorados en el tráfico. No íbamos a lograrlo. El viaje había sido para nada.

Dieron las 6:30 pm cuando llegamos al final de la ruta de reposición. Todavía faltaban siete estaciones de Overground para llegar hasta la parada de autobús que nos llevaría a los estudios en quince minutos. Una vez allí, corrimos a detener al autobús, de dos pisos y forrado con ilustraciones de los libros. El conductor abrió la puerta y tratamos de explicar con la mayor calma posible que estábamos una hora tarde para nuestra cita. “¿Podría llevarnos?”…

“No sé para qué los llevaría, si el último tour entró a las 7:00 pm”. Eran las 7:15 pm…

“Las tres horas de camino terminaron en una hora y media de fascinación”

Pero el optimismo también se puede llamar magia. Al ver nuestra cara de frustración, el primer acto de magia sucedió. El conductor, habiendo terminado su turno, decidió llevarnos (éramos los únicos en el camión) hasta la puerta de entrada del Estudio a una velocidad comparable con la del Autobús Noctambulo.

Corrimos a la recepción donde una vez más nos explicamos como pudimos. Para nuestra sorpresa, la reacción de la encargada tuvo la seriedad de una alerta de incendio. Tomó nuestros boletos, nos llevó a canjearlos, nos dio las audio guías y nos metió de contrabando por la puerta de empleados hasta la entrada del tour.

“Se perdieron la parte más cinematográfica, que es el inicio del tour con una retrospectiva y la entrada al Gran Salón, pero lo que sigue es libre y pueden hacerlo hasta que cerremos”. Agitados, íbamos encontrando el ritmo adecuado para asimilar lo que venía. De pronto, ante nosotros estaba a pedazos, una década de filmes, de emociones, de artículos y vejestorios que una vez formaron parte de la saga.

La sensación de bodega es muy poderosa, aún con la gran cantidad de artefactos en ella. De pronto en pronto, a la derecha y a la izquierda ibas encontrando pelucas, vestimenta, la utilería y escenarios. El cuarto común de Gryffindor, la cabaña de Hagrid, el Gran Salón cuando el Yule Ball, la mesa de mortifagos en la casa Malfoy, La Madriguera, el reloj péndulo, la Copa de los Tres Magos, Las 7 Reliquias de la Muerte…

El escenario más impactante, el que en conjunto con escuchar a Tom Felton narrar cada espacio, fue la oficina de Dumbledore. Rodeado de las pinturas reales de los directores anteriores, con el Pensadero y los frascos a mano izquierda, la espada de Gryffindor sobre los estantes, las columnas que anteceden su escritorio y después la indumentaria que usaba Michael Gambon. La réplica de Fawkes el fénix y el telescopio que jamás se utilizó en pantalla.

La experiencia se avivaba más aún con los interactivos, la oportunidades de fotografía con pantalla verde y los bares con cerveza de mantequilla. Atravesar el puente de Hogwarts que introdujo Alfonso Cuarón y pasear por la fachada del número 4 de Privet en el patio exterior del estudio, donde están estacionados el Ford Anglia volador y el Autobús Noctámbulo. Las figuras originales de ajedrez te escoltan hacia las últimas dos salas donde las maquetas y los animales fantásticos se vuelven realidad.

Buckbeak, las mandrágoras, Aragog, Dobby y los duendes están desmantelados para mostrar de qué forma interactuaban en pantalla. El siguiente cuarto está forrado de mapas e ilustraciones de cada rincón y recoveco de Hogwarts, desde columnas, pasillos, gárgolas y torres. El diseño gráfico se mostraba en las cajas, las revistas, el Daily Prophet, The Quibbler y la serie de libros de Gilderoy Lockhart. Pegado a ellos, la sala de maquetas.

Pero el último cuarto, del tamaño de una pequeña casa, es sin duda el más emocionante de todos: una maqueta del castillo (con la que se filmaban todas las escenas generales) que te alcanza a sacar lágrimas, ayudado por la música épica de fondo. Se respiraba un aire de triunfo, de que algo enorme había sido creado.

Las tres horas de camino terminaron en una hora y media de fascinación, un viaje al pasado del imaginario para descubrir sus más íntimos secretos. Al final, los veinte minutos que tuvimos para visitar la tienda de regalos fueron suficientes. No había forma de llevarse sólo un pedazo. Había que llevárselo todo y en ese imposible, nos compramos sólo un par de cosas con la esperanza de volver, quizá en algunos años, cuando el segundo lote con la historia de Newt Scamander me haga volver, en otro sueño.

A continuación, algunos tips para que tu viaje a Warner Bros. Studio Tour Londres sea menos estresante que la mía:

Compra tus boletos en línea. Es la única forma de obtenerlos, no puedes ir directamente a comprarlos para el mismo día. Vale la pena el libro con guía de recuerdo. Revisa toda la información aquí.

Elige cuánto tiempo quieres dedicarle. Nosotros pedimos el último tour del día y la verdad amerita poderse quedar unas dos o tres horas. Con todo y el viaje, puede representar una atracción que ocupa un día completo visitar.

Consulta tus opciones de transportación. El estudio no está en Londres, a pesar que así lo diga su nombre. Toma alrededor de 30 minutos llegar en tren, una hora y cuarto en metro tomando Barkerloo y Overground (en construcción 2014). Exagera tu hora de llegada, hay opciones de comida y entretenimiento mientras esperas. Lleva en digital un mapa del metro como este.

Lleva algo de comer y tomar. Aunque hay tiendas siempre es preferible tener algo discreto de comer mientras visitas el estudio, dándote energía para quedarte el más tiempo posible.

Lleva ropa abrigadora. Aunque no lo utilices en el camino, dentro el aire acondicionado busca preservar las piezas y puede ponerse muy incómodo.